
Es media noche, y en Madrid está cayendo el diluvio universal. De pequeño, me enseñaron que no tenía que ser literal a la hora de contar las cosas, pero que tenía que ser realista si pretendía ser creído. LLevo toda mi vida inventándome mi pasado, imaginándome mi futuro y viendo, desde una butaca, pasar mi presente cual película en un cine. A veces duele ver que a nadie le importa que todo sea mentira, mientras no des demasiados problemas.
La lluvia me da una tranquilidad que me cuesta explicar a la gente. Antes me esforzaba; ahora, simplemente, asiento cuando alguien dice lo mucho que odia que llueva. Sin embargo, me encanta quedarme a oscuras, en silencio, y mirar por la ventana. Mirar cómo cae la lluvia y escucharla. No pretendo inventarme una metáfora de lo que podría significar el caer de la lluvia. Sería absurdo, sobre todo porque es muchomás sencillo que eso. Sencillamente, me distrae. Quizás sea lo único que me permite vaciar mi mente por completo y quedarme plenamente a gusto.
No es porque haya terminado y no tenga nada más que contar, pero da la casualidad de que ha dejado de llover y ya sólo se escuchan los canalones, que, ahora sí, metafóricamente hablando, son como pequeños resúmenes de todo lo que has pensado durante el chaparrón.
1 comentario:
La lluvia limpia
Publicar un comentario