Diario de viaje I: Creta (o Carta a mi abuelo)
9 de Agosto de 2022
Introducción
Cuando viajo, sobre todo cuando viajo al extranjero, a veces pienso en mi familia o en algunos amigos, en cómo disfrutarían de lo que estoy viendo: recuerdo por ejemplo que mi padre hubiese alucinado si hubiera visto las cataratas de Iguazú; o que mi madre o mi hermana mayor disfrutarían regateando en Marrakech.
Cuando vuelvo de esos viajes, paso un par de días hablando con estos y aquellos sobre la comida, la gente, los paisajes y los monumentos. Sin embargo, al que me encantaría poder contarle en detalle cómo ha sido mi viaje es a la persona más curiosa que he conocido: mi abuelo Paco. Mi abuelo era muy inteligente, sabía de mucho, y más si se piensa que era un hombre sin estudios. Sabía mucho, y a la vez preguntaba mucho. Me gusta mucho la gente que no tiene miedo a preguntar. Preguntaba mucho para seguir sabiendo y comprobar si sus ideas preconcebidas (que las tenía) eran ciertas o no. Por eso cuando su nieto volvía de viaje de donde fuera, de Japón o de Granada, se sentaba a escucharme y me hacía muchas preguntas.
Ya no puedo contarle mis historias a mi abuelo, pues murió hace unos años de la forma más estúpida de la historia (comiendo garbanzos), pero he decidido usar este diario para seguir contándole mis viajes.
Carta a mi abuelo: Diario de viaje I Creta
Tú, que eres tan proEuropa, que has vivido tantos años en Alemania y la admiras tanto, lo primero que te hubieras preguntado al llegar a Grecia es si aquello era Europa. Y es que hay veces que lo dudas, pero supongo que lo dudas también en algunas partes de España, de Portugal, de Italia o seguramente de Alemania. Al llegar al aeropuerto de Atenas, cogimos un taxi que resultó ser un Uber que estaba esperando a otra persona. Yo insistí en decirle nuestro destino, pero el conductor (que no hablaba inglés) parecía saberlo ya (claro). Terminamos yendo a 40km/h en una autovía, el conductor escribiendo en un papel mientras conducía y yo hablando con una persona a la que trataba de explicar "who are you and why are you in this car". Con el paso de los días nos toparíamos con algún otro taxista borracho, sin cinturón y que fumaba, pero nada comparable con cómo conducían los cretenses en la isla.
Al llegar al aeropuerto de Chania, en Creta, una furgoneta nos vino a buscar para llevarnos al Rent a car. Al salir del parking, nuestro espejo retrovisor golpeó en el codo a un hombre que había en el parking. Nuestro conductor y el hombre se miraron, se saludaron con la mano y seguimos. Nosotros flipamos un poco y nos asustamos: pero esta parsimonia, tanto para conducir como para no enfadarse nos podía haber servido de augurio de los próximos días.
En Creta, para empezar, si condujeses por allí, lo primero que tienes que saber es que las carreteras de 2 carriles (uno de ida y otro de vuelta) tienen en realidad 4 carriles. O sea, en realidad tienen un arcén, sucio, con maleza, que se usa como segundo carril. O como primero. Es decir, tú vas por el carril normal, y si viene alguien detrás tuyo a más velocidad, tu obligación es moverte al arcén y favorecer su adelantamiento. Obviamente vimos una cantidad de situaciones locas que no sé cómo estoy aquí vivo contándotelo.
Las carreteras de Creta están llenas de pequeñas casitas de muy variadas y creativas arquitecturas a lo largo de los arcenes (esos mismos por los que se conduce). En un principio dijimos de broma que eran radares: todos solían tener un agujero en la puerta donde podías colocar la cámara. Pero pronto descubrimos que eran mini altares, llamados kandylakia, homenajes a fallecidos en accidente de tráfico o simplemente formas de respeto para accidentados que salieron con vida. Las carreteras de Creta están llenas.
En esencia, Creta es un trozo de tierra rodeado de mar que no se diferencia mucho de los otros trozos de tierra que están alrededor del Mediterráneo. Son gente que viven a un ritmo más lento y también más despreocupado y feliz. Creo que una cosa lleva a la otra, lentitud, despreocupación y felicidad. Yo, abuelo, cada vez ando más lento, me preocupan menos cosas con la intención de ser más feliz. El otro día vi un Tiktok que para que tú me entiendas es un video que se ve en el móvil donde un tipo latinoamericano que estaba en España decía a sus compatriotas que si querían hacer dinero no vinieran a España. En un primer momento pensé que era una de esas típicas personas, comunes en Latinoamérica pero también en España, grandes emprendedores que buscan rentabilizar cada minuto de su vida, que lanzaría el mensaje (sabido por todos) de si quieres hacer dinero vete a EE.UU. no a Europa. Pero lo que decía en realidad, en un video llamado El sueño español, era que la mentalidad española es menos ambiciosa que la estadounidense, y que eso estaba bien, porque al final el consumismo y el poseer cosas nos hace olvidarnos de lo realmente importante, y él, un venezolano que veraneaba con su familia en Tarifa, captaba desde su móvil a las familias gaditanas o del resto de España volviendo a las 9 de la tarde a sus casas tras pasar todo el día sin hacer nada en la playa compartiendo esa procrastinación con sus seres queridos. Ese es el sueño español, decía, trabajar 11 meses al año para estar 1 sin hacer absolutamente nada. Quizás ese sea en general el sueño mediterráneo, me da la sensación.
En Creta hemos querido huir de la capital e ir a la segunda ciudad más importante, Chania o La Canea. Como no teníamos muchos referentes de Creta ni mucha gente conocida que hubiese estado en la isla, tiramos de una lista encontrada en Internet de las 25 cosas que ver en Creta.
Aunque en el mapa las 25 cosas que ver están bastante repartidas, cuando nos pusimos a verlas nos dimos cuenta de que no queríamos perdernos la laguna de Balos y que los pueblos del Oeste (Chania y Rethymnon) parecían más tranquilos y agradables que la capital. Además, Chania tiene aeropuerto desde Atenas. Así que allí que caímos. Encontramos un hotel bastante bueno, con piscina y cerca del mar, y nada más llegar, al atardecer, nos fuimos a cenar allí mismo, al primer restaurante que encontramos, y que irremediablemente a mí me hizo acordarme de Jesse y Celine en Before Midnight, mi parte preferida de la trilogía. En realidad, viendo ahora donde están sentados ellos, no se parece mucho a nuestro restaurante, pero en aquel momento me sentí así.
El restaurante se llamaba Athivoli Mesogeiaki Kouzina, y aparte de que nos trataron muy bien, comimos superbien y descubrimos los dakos, que también comimos en otros restaurantes y nos pareció muy rico: una tostada de pan de cebada típico de la isla, con queso feta, alcaparras y tomate.
Cenamos allí dos noches, muy cómodos y muy tarde. Es algo también que me sorprendió porque tras el viaje que hice al sur de Italia y años después a la costa Vicentina de Portugal, empecé a creerme que los españoles (y no los latinos o los mediterráneos) éramos los únicos que comíamos o cenábamos tarde. Dice Atenas.net: en general el horario de comida de Grecia es similar al de España, de 13.30 a 16.00 comen y de 21.30 a 23.00 cenan.
Los días que pasamos en Creta los dedicamos a ir a playas. Y empezamos por Balos Beach, que para algo habíamos ido a Creta. Se tarda una hora en ir a Balos desde la Canea. Primero por una carretera normal, luego por un camino literalmente de cabras. Tienes que pagar una entrada, no sé si era de 2 euros. Y luego, cuando dejas el coche, tienes un camino andando, otra media hora. Aún así, merece totalmente la pena.
Para que tú me entiendas, Galos Beach se compone de una isla unida a la isla de Creta por una lengua de arena finísima. Para llegar a la isla pequeña no tienes por qué ir por la lengua de arena, también puedes ir "caminando" por el mar, porque cuenta con dos lagunas poco profundas donde el agua es ¿blanca?. Es un paraíso. Mira esta foto que saqué estando allí.
A la playa se podía llegar en coche o en barco. Si llegabas en coche, lo dejabas a un km o algo más de la playa. Sin embargo, el camino hasta ella era acuciante, cruzando una montaña y tenías estas vistas. Esta otra foto es desde la isla, viendo la montaña por la que llegábamos, que tenía forma del elefante de El Principito. Fíjate en el color del agua.
Porque esa es otra, yo pensaba que Creta no iba a ser montañosa, pero era MUY montañosa.
Pues allí pasamos todo el día, entre baño y baño. La gente estaba concentrada en la lengua de area, que estaba llena de tumbonas. Muy poca gente estaba tumbada en la arena como nosotros. Creo que debe ser algo cultural. Pocas veces vas tú en España a unas tumbonas, a no ser que la playa sea de piedras o que estés comiendo en un beach club. Allí la inmensa mayoría de la gente estaba en las tumbonas. Eso sí, tuvimos que llevar sombrilla. Sin eso sí que no aguantas allí.
El siguiente día no queríamos ir a una playa lejos, así que no madrugamos en exceso. Y yo aproveché para salir a correr por La Canea. Es algo que me encanta hacer, salir a correr en un sitio de playa. Me fui al esta (ya que al oeste estaba la ciudad) y llegué a tener una cuestas impresionantes de toda la bahía.
Esa mañana nos fuimos a Stavros beach, más cercana, más urbana, pero muy bonita también. Es la playa donde se rodó la película Zorbas. Ya que estábamos en una playa urbana reservamos para comer en Almyriki Restaurant, un restaurante a pie de playa que nos encantó. No sé si tú comes mucho pescado, nunca te veo, pero allí te llevaban a ver el pescado a un congelador para mostrártelo antes de pedirlo. Un sitio muy bonito.
Por la tarde yo me aventuré a subir una montaña que había donde había una cueva. No fue fácil subir, pero tenías unas vistas increíbles de toda la zona, mira:
Más tarde volvimos al hotel, y esa noche nos aventuramos a ir al centro de Chania. No éramos muy conscientes de lo que nos íbamos a encontrar: la verdad, el sitio en el que estábamos nosotros estaba super tranquilo y relajante, al lado del mar, pero queríamos ver la parte famosa de Chania, su puerto veneciano, y aunque es precioso, fue un poco decepcionante. Tú has estado en Benidorm. Pues esto era un poco Benidorm, llenísimo de gente y gente muy hortera.
A la mañana siguiente volvimos a madrugar para ir a otra plaza de las famosas, al suroeste de la isla, ahora y media de Chania: la Playa Elafonisi o la playa rosa. Al llegar asusta un poco. Hay un parking enorme de arena que me recordó a los mercadillos a los que iba de crío en Portugal. Un absoluto caos de coches aparcados en montañas de arena, sin vigilancia, autobuses, caravanas, coches, gente andando con hinchables. Como nos habían dicho que no había nada decente para comer en la playa, aprovechamos para reservar en un restaurante a la entrada de esta (Elefonisi Resort by Jalomirakis Family).
Al intentar llegar a la playa nos entró un poco de bajona. Aquello (y no Chania) sí que era Benidorm. O peor. Una multitud de gente en tumbonas de plástico que no dejaban un pasillo por el que caminar, metidos literalmente en el agua. Un caos peor aún que el que nos encontramos en la lengua de arena de Galos. Nos horrorizó, así que intentamos huir de allí. Comenzamos a caminar y a caminar, y según caminabas había menos gente. Hubo un momento en el que si querías continuar tenías que atravesar el mar. Veías hileras de gente por las zonas donde menos cubría. Así que los seguimos. Y llegamos a una segunda playa, en la isla llamada Elefonisi, que no tenía nada que ver.
Hacía viendo. Y el agua era totalmente transparente, por momentos azul turquesa, en otros momentos blanca (no transparente, blanca). Si te fijabas, en la orilla, la arena se convertía en rosa. Precioso, y al igual que nos pasó con Baros, sin apenas gente. Íbamos a disfrutar la mañana y ya nos preocuparíamos del gentío a la vuelta.
Yo en un momento dado me fui a recorrer la isla. Me llegué al punto más al oeste que pude con la intención de volver por el lado norte de la isla. Hacía calor y la arena ardía. Cuanto más te alejabas, menos gente había, te encontrabas con calas totalmente desiertas (de hecho nosotros estuvimos en una durante toda la mañana). Al llegar al final de la isla, eso sí, era imposible volver por el norte, porque estaba cubierto de piedras escarpadas. Así que volví por mis pasos.
Por la tarde, tras comer, nos volvimos a Chania. Descansamos y nos preparamos para ir al centro de nuevo, esta vez a comer a un restaurante que habíamos reservado la noche anterior. Mones restaurant. Alucinante. Estaba en un antiguo monasterio, con habitaciones al aire libre, con un gusto increíble.
El día siguiente sería nuestro último día en Creta. E iba a ser un poco road trip: de madrugada cogíamos el vuelo de vuelta desde Heraclion, a más de 2 horas de Chania. Así que decidimos pasar la mañana en la carretera, viendo el norte de la isla, y la tarde en Heraclion, viendo la ciudad y Cnossos.
De camino a Heraclion paramos a comer temprano en Rétino, un pueblo muy por el estilo de Chania, con un puerto muy bonito y callejuelas en las que perderse. Tras un par de horas allí fuimos hacia Heraclion, con la intención de ir al aeropuerto, que leíamos en algún lado que era el peor aeropuerto del mundo, dejar el coche y las maletas, coger un taxi hasta Cnossos, de ahí otro a Heraklion, y ya de noche, volver al aeropuerto. Y así hicimos.
Efectivamente el aeropuerto de Heraklion daba miedo. Viejo, sucio, ruidoso, con tráfico por todos lados. No sabíamos cómo movernos, nos adelantó un grupo de gente en silla de ruedas, a la vez que los taxistas frenaban y pitaban, aquello parecía una película de Lesley Nielsen. Huimos de allí y nos fuimos a Cnossos.
Yo tenía un recuerdo muy vivo de estudiar Cnossos en el instituto, en historia del arte, con mi profesora Antonia. Pero luego estando allí he de decir que me decepcionó bastante. No había mucho que ver, lo mejor conservado era el altillo con columnas rojas que se ve siempre es los libros de historia. El resto estaba mal restaurado o simplemente mal conservado. Pocos carteles explicativos, que no te ayudaban a hacerte a la idea lo que debió ser aquello.
De allí nos fuimos a Heraklion, que ya desde España habíamos leído que era una ciudad bastante normal. Y efectivamente, no nos gustó mucho, pasaríamos en ella unas horas hasta tener que coger el vuelo a las 4 de la mañana. Dimos una vuelta, nos acercamos a una fortaleza al lado del mar, y allí estuvimos un buen rato charlando porque veíamos que no podíamos sacarle más jugo a la ciudad. Cenamos, cogimos un taxi (con un taxista medio borracho que fumaba), y de allí a volar a España
En resumen, conocía solo Atenas de Grecia, y poder conocer durante casi una semana Creta me ha reforzado mi idea de que Grecia es preciosa y de que no hay nada en el mundo como el Mediterráneo, su gente, comida, playas y sitios para ver. Grecia, en particular, me resulta totalmente conocido pero a la vez de otra época, de siglos pasados, pero también de hace 3 décadas, cuando era crío y vivía con naturalidad y sin estrés esos veranos infinitos y despreocupados.