Ya no se escriben cartas.
Con lo emocionante que era recibirlas.
Una carta decía mucho más que un mail: informaba el contenido, pero también el continente.
Podías elegir un sobre americano, un sobre Konstancia; de papel blanco, reciclado, de colores; y qué decir del personal olor de algunos sobres de algunos amores juveniles.
Luego están los folios: Los blancos, reciclados, de colores; y qué decir de aquellos tan horteras, con dibujos de flores, animales y paisajes.
Y qué decir de las postales, que podía leer todo el mundo.
Aunque he dejado de recibir cartas, incluso por el día de mi cumpleaños, aún tengo la esperanza de encontrar, algún día, por debajo de mi puerta, un sobre blanco, con líneas rojas y azul. Un sobre que venga de muy lejos, volando, a la puerta de mi casa.
Luego está el contenido: pero éste también llega por teléfono, mail, messenger, mensajes... No tiene el encanto de las cartas.
(Que conste que, con el tiempo, no sólo he dejaod de recibir cartas.
También he dejado de escribirlas)

3 comentarios:

Morgana dijo...

Cuanta razón llevas... era fantástico recibir cartas "por correo ordinario"...

Y lo mucho que dice de nosotros nuestra escritura de "puño y letra"..

Saludos último..

Clifor dijo...

Yo sigo recibiendo cartas aunque ya casi nunca las escribo. Mis plumas yacen olvidadas en el tercer estante.

Paz dijo...

...pues yo sí que escribo cartas (más de las que recibo)...siempre me ha parecido que los sobres con matasellos eran una de las mejores cosas del mundo
(por favor, consigne en sus senvíos el código postal)