
El último habitante del planeta, ese al que puedes reconocer por el globo de color verde que corona aproximadamente a un metro su cabeza, no es otro que aquel pobre camionero portugués que, con la única compañía de una voz radiofónica, a veces entrecortada, siempre femenina, cruza toda España, con origen gabacho y destino doméstico, feliz al ver luces en la oscuridad, preferentemente de neón.
Viaja sólo de noche, porque de ese modo se siente más último y más de este planeta. Aunque habitar, lo que se dice habitar, no ejerce mucho. Y sólo le entristece pasar por Madrid sin ver una puta luz, al rodearla bajo tierra, donde parece de día, dos metros a ras del suelo, desde su camión de ocho ruedas, dos de ellas de repuesto.
En ocasiones piensa en su padre. Otras canta o tararea. Algunas desearía llamar a la radio. Y contar que no puede más. Que quiere ver la luz, salir de aquel tunel donde se siente sin aire. Dejarse de metáforas, pues de nada sirven si habla en portugués a quien no le entiende.

1 comentario:
Me ha encantado, mucho.
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