Siempre he creído en la bondad de los desconocidos (o ¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este?)
3 de abril de 2011
- Dímelo...
Él seguía intentando meterle la lengua. Con una mano le sujetaba la cabeza. Con la otra, ya abanzaba hacia las bragas. Ella movía la cabeza. Parecía no importarle que la tocasen bajo las bragas, pero tenía claro que si giraba la cabeza derecha izquierda, impediría que la besaran.
- Dímelo. Dime que te gusto.
En una milésima de segundo cambió el verbo "querer" por "gustar". Él, sin embargo, callaba. Probablemente estaba demasiado colocado. La sugeraba mientras ella hacía todo lo posible por no cablarse el grifo en la espalda.
Levantó la cabeza. Él comenzó a morderle el cuello. Miró al techo. Aquel baño no era más limpio que el resto del bar. El techo estaba lleno de quemaduras de cigarros. No tenía claro si estaba en el baño de tíos o en el de tías. Lo que estaba claro es que estaba en el lugar equivocado.
3 comentarios:
Pues sí.
ah se lo que ella sentía...alguna vez lo sentí.
pero yo no voy a bares.
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