Descansa ahora, descansa.
26 de Julio de 2011

El sábado por la noche murió uno de mis jefes. Era un hijo de puta despiadado, soberbio e insolente.

Como entenderéis, esta entrada no va a acabar con un "siempre se van los mejores".

Era un gordo bajito y calvo, que sin embargo hinchaba el pecho y levantaba muy muy alto la cabeza. Me lo cruzaba a diario por los pasillos, y no hacía el más ligero gesto por saludarme. Me miraba por encima del hombro, aunque su hombro estaba más o menos a la altura de mi codo... pero eso daba igual. Era una actitud, y en lo que consistía era en hacerme el desprecio, a mí y a 190 personas de las 200 que trabajamos junto a él.

Caminaba lento, a grandes zancadas, sin prisa, como si intentase hacer perdurar su presencia allí por donde pasase.

Su autoridad le llevó a comportarse con determinadas personas de mi oficina del modo más obsceno y asqueroso que he visto jamás. Alrededor de él, algunas chicas se comportaban como putitas a las que no les molestaba mover sus culos de camino a su despacho. Y así, año tras año, se hizo con un equipo de pelucas rubias platino que escondían un vacío donde había hasta eco. Nunca tuve trato con ninguna de estas chicas, pero me han hecho pasar algunos de mis peores momentos en mi trabajo, gracias, sin duda, a su falta de cerebro. Me las imaginé el sábado llorando sin lágrimas.

Me he tomado la libertad de hablar de esta persona, la cual, quede dicho, no significaba nadie en mi vida, porque el domingo, al enterarme de su fallecimiento, me impresioné y me dio cierta lástima. Sí, era un hijo de puta. Pero supongo que nadie merece morir de un infarto a mitad de su vida. Pues eso, que descanse en paz.

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