
La vida le envasó en un cuerpo extraño, del que no se sentía propietario y el cual no quería ver reflejado en un espejo.
Sólo de noche, cuando el único reflejo que podía ver era el que los neones creaban sobre los charcos de agua, se sentía feliz.
Pero en sus ojos se podía ver que no siempre era así.
Recorría las calles de Madrid, a oscuras, intentando ocultar su satisfacción, mientras escuchaba propuestas más o menos deshonestas, deseando que no llegara el amanecer.
Sólo de noche, cuando el único reflejo que podía ver era el que los neones creaban sobre los charcos de agua, se sentía feliz.
Pero en sus ojos se podía ver que no siempre era así.
Recorría las calles de Madrid, a oscuras, intentando ocultar su satisfacción, mientras escuchaba propuestas más o menos deshonestas, deseando que no llegara el amanecer.
4 comentarios:
* El titulo de este post lo he tomado prestado de una novela increíble de mi amigo Clifor, que muy pronto todos podremos disfrutar en nuestras librerías... No lo dudo.
De un modo u otro, alguna vez en la vida, todos nos hemos sentido así, verdad?
Un besazo, último...
Jo, Morgana, cuantísimo tiempo! Qué ha sido de tu vida estos últimos meses que no te he visto ni por aquí, ni por allí...
Un beso!
Gracias, Fran, supongo que el texto va por un fallecimiento repentino que sucedió hace poco. Sobre la novela, cuando la acabes me cuentas a ver qué tal... Un abrazo.
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