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- Oye... que me lo he pensado mejor.
- Ah, y por eso hoy has decidido llamarme, en lugar de escribirme.
- Eh, no, te podía haber llamado también el otro día, pero...
- No importa. Estás dentro.
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- Estoy en crisis -se dijo a sí mismo, como intentando recapitular, aunque yo siempre he dicho que lo mejor para pensar en escribir los pensamientos-. Estoy en crisis. No me falta el trabajo, y voy sobrado de dinero. Despilfarro cada fin de semana hasta que sale el sol; no me privo de comprarme las últimas marcas. Vuelvo todos los días a casa en taxi. Voy al teatro. Viajo. Cena fuera de casa. A mi cartera no le cuesta invitar siempre que sea (in)necesario. Compro revistas, cedés que no escucho, deuvedés. Tengo una tele nueva, de 40 pulgadas (o más). Mañana me voy a Lisboa. Hoy me he comprado un juego de maletas, cinco maletas de las que sólo me hace falta una. Sigo pagando mi alquiler, y estoy pensando en comprarme una moto. Grande. De 250. Pero, estoy en crisis.
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