
Un día imaginé la ciudad más especial del mundo.
Era grande, pero eso no era un inconveniente para nadie, ni para mí.
Tenía el mejor cielo que puedas imaginar lleno de veloces nubes en las que los niños imaginan objetos.
Los cielos eran acariciados por aquellos edificios que competían por llegar más y más alto.
Hasta desaparecer, en lo más alto.
A sus pies: parques. En estos, jardines. Y sobre estos, personas leyendo, descansando, amando o bebiendo.
Un día imaginé una ciudad con playa, nieve, en la que llueve siempre que quiero, y en donde, de vez en cuando, graniza.
Una ciudad llena de personas que no tienen prejuicios.
Y son capaces de mirar hacia arriba y encontrarse con las nubes, entre tantos edificios altos, y pensar como un niño.
Como cuando eran niños.
Era grande, pero eso no era un inconveniente para nadie, ni para mí.
Tenía el mejor cielo que puedas imaginar lleno de veloces nubes en las que los niños imaginan objetos.
Los cielos eran acariciados por aquellos edificios que competían por llegar más y más alto.
Hasta desaparecer, en lo más alto.
A sus pies: parques. En estos, jardines. Y sobre estos, personas leyendo, descansando, amando o bebiendo.
Un día imaginé una ciudad con playa, nieve, en la que llueve siempre que quiero, y en donde, de vez en cuando, graniza.
Una ciudad llena de personas que no tienen prejuicios.
Y son capaces de mirar hacia arriba y encontrarse con las nubes, entre tantos edificios altos, y pensar como un niño.
Como cuando eran niños.
1 comentario:
Seguro que si buscas... la encuentras.
O tal vez, transformemos una ciudad cualquiera en esa tan especial...
Un placer leerte, como siempre...
Besos de bruja
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