A doscientos mil kilómetros sobre nuestras cabezas, con los ojos entornados, cegado por la intensidad, no hace falta que vaya hacia la luz, pues ya me siento resucitado, sin esperar al tercer día, ni derramar una gota de sangre, sí alguna lágrima, por mi empeño de no echarme colirio después de nadar.


(Para disfrutar mejor de las vistas puedes hacer dos cosas: ampliar la imagen; o recorrerte unos 600 km aprox. hasta Las Negras, en el Cabo de Gata)

1 comentario:

Didac Udagoien dijo...

allí, en Las Negras, el tiempo es otro, incluso no es, se detiene, se estira, se pliega, juega, haciéndonos sentir en otro mundo distinto.