
A doscientos mil kilómetros sobre nuestras cabezas, con los ojos entornados, cegado por la intensidad, no hace falta que vaya hacia la luz, pues ya me siento resucitado, sin esperar al tercer día, ni derramar una gota de sangre, sí alguna lágrima, por mi empeño de no echarme colirio después de nadar.
1 comentario:
allí, en Las Negras, el tiempo es otro, incluso no es, se detiene, se estira, se pliega, juega, haciéndonos sentir en otro mundo distinto.
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