La humanidad le hacía más y más pequeña / 8 de marzo de 2012

Probablemente, si hubiera hecho caso a las señales no hubiese ocurrido lo que ocurrió. Pero ella era como un pájaro sin rumbo, como un pez que no sigue al banco. Y por mucho que le dijesen haz esto no hagas aquello otro, ella siempre se empeño en marcar su rumbo.

Y lo mejor era que el rumbo se lo iba inventando recién se despertaba cada mañana. Así hasta que una mañana se cansó y se preguntó qué estaba haciendo.

Estaba completamente sola rodeada de un montón de gente que le profesaba un continuo (pero vacío) amor. Si entornaba los ojos podía sentirse la persona más protegida del mundo, allí, en la cima de aquella montaña. Pero aquella mañana parecía haber abierto los ojos de para en par.

Nadie le dijo que esto iba a ser fácil. Nadie nos los dijo. En esto consistía ser adulto. ¿Y ahora? ¿A quién pido ayuda? ¿Quién me resuelve este problema?

Salió a la calle. Hacía frío. Pero caminó entre desconocidos hasta que no sus pies no pudieron mas. Entonces se detuvo, mira hacia arriba y vio que empezaba a nevar. Era el momento de volver. El momento de empezar otra vez, como si volviera a nacer, sin importarle nada de lo aprendido, y con la seguridad de que los que la rodeaban podían enseñarle todo, de nuevo.

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